Cuento: "Día de muertos" por Isaac Contreras
- isaac contreras
- 27 oct 2023
- 6 Min. de lectura

La espesa bruma del anochecer envolvía San Mateo de las Ánimas en la víspera del Día de los Muertos. Los faroles iluminaban las calles empedradas, y las flores de cempasúchil formaban un mar dorado que se extendía desde el cementerio hasta el centro del pueblo, donde se encontraba la famosa casa de los Martínez.
Los Martínez eran conocidos en San Mateo por ser una familia unida, pero también eran famosos por el oscuro secreto que guardaban.
La Casa de los Martínez era una majestuosa mansión que se alzaba en el corazón del pintoresco pueblo de San Mateo. Era una estructura imponente con su fachada de piedra caliza y una hilera de altas columnas que sostenían un techo de tejas rojas.
Las ventanas, en su mayoría con vitrales de colores brillantes, le daban un aspecto misterioso y atractivo. La casa era un verdadero emblema del pueblo y todos los habitantes la conocían como un símbolo de prestigio y prosperidad.
La historia de la familia Martínez estaba estrechamente entrelazada con la de San Mateo. Generación tras generación, habían desempeñado un papel fundamental en el crecimiento y desarrollo del pueblo. La figura central de la familia era Doña Esperanza, una mujer excepcionalmente caritativa y visionaria que siempre veló por el bienestar de su comunidad.
Doña Esperanza Martínez era una mecenas de las artes y la educación. Había fundado una biblioteca en San Mateo y patrocinado numerosos proyectos culturales y sociales que habían enriquecido la vida de los habitantes del pueblo. Su generosidad y dedicación habían permitido que el pueblo prosperara. San Mateo se había convertido en un lugar próspero y floreciente, y su arquitectura colonial y calles empedradas atraían a turistas de todo el país.
La Casa de los Martínez no solo era un símbolo de la riqueza de la familia, sino también de su compromiso con la comunidad. En el jardín de la mansión, Doña Esperanza solía organizar eventos benéficos y festivales culturales que reunían a la gente del pueblo en un ambiente de alegría y camaradería.
La familia Martínez era respetada y admirada por todos los habitantes de San Mateo. Su legado perduraba en las generaciones posteriores, que continuaban apoyando a la comunidad y preservando la herencia de Doña Esperanza.
Así que cuando Doña Esperanza murió, el pueblo decidió construir el 2 de noviembre un gran altar de su tumba hasta su hogar, para que los muertos cruzaran el umbral y visitaran a sus seres queridos, y sobre todo, Doña Esperanza visitará su casa y su amada familia.
En la víspera del Día de los Muertos, la familia Martínez experimentaría el terror de su vida en medio de la festividad más sagrada de México.
Solos en la gran mansión, los integrantes de la familia Martínez vivían aterrados, los habitantes del pueblo no sabían la cruel verdad… mientras ellos festejaban la vida de sus muertos, la familia vivía un cruel tormento.
La familia se reunió en la sala iluminada por velas. La ofrenda estaba dispuesta con fotos de los seres queridos fallecidos y predominaba la gran foto individual de ella, junto a velas, pan de muerto y la comida favorita de Doña Esperanza. En medio de la solemnidad, todos temían que el espíritu de la abuela se presentará para atormentarlos como lo había hecho durante años en vida.
Doña Esperanza, fue una mujer cruel y vengativa. Despreciaba a sus propios familiares y había dejado cicatrices físicas y emocionales en todos ellos, su muerte fue un misterio, un caso sin resolver completamente secreto. La gente del pueblo dicen que fue un infarto, otros un accidente, muy pocos que fue intencional, pero su bondad fuera de la casa apagó todo misterio de un asesinato, fue su avanzada edad la que predominó como conclusión de la caída de las escaleras y su terrible lucha por 3 días para continuar con vida, pero a un mes de cumplir los 83 años murió
La campana de la iglesia sonó a la medianoche, anunciando el inicio oficial del Día de los Muertos. Las luces titilaban y las cortinas cerradas, tratando de bloquear cualquier indicio del mundo exterior.
Los niños temblaban de miedo mientras el viento aullaba fuera de la ventana. De repente, un susurro se filtró en la habitación, seguido por un ruido sutil como el roce de una tela.
—¿Qué fue eso? —preguntó la Hermana Mayor de la familia, con la voz temblorosa.
—Es solo tu imaginación jugándote malas pasadas —dijo el Segundo hermano, tratando de sonar valiente.
La música resonó por todo el pueblo junto a los fuegos pirotécnicos, la gran fiesta había comenzado.
Los habitantes de la casa temerosos y risueños se observaban, todos en silencio sabían el miedo que cada uno tenía en ese instante, pero que en cierto punto parecía irreal.
Y entonces, ocurrió algo extraño. Todas las velas del altar se apagaron de golpe.
La menor de la familia fue la que gritó primero, pero no por mucho tiempo, ya que aquella arrugada mano que brillaba enmudeció cualquier grito de la niña de 8 años y de todos los presentes
Todos quedaron paralizados por el terror que observaban frente a ellos. Doña Esperanza se materializó ante ellos, giró su rostro arrugado y sus ojos llenos de malicia hacia la pequeña de 8 años y miró a toda su familia.
Su vestido de época que la caracterizaba en vida y su pelo blanco como la nieve ondulaban en el viento inexistente de la sala. Los Martínez sintieron un escalofrío recorrer sus espaldas, pero ninguno se atrevió a romper el contacto visual.
Los Martínez de mayor edad abrazaron con fuerza a los más pequeños, tratando de infundirse coraje mutuamente mientras sus ojos estaban clavados en aquel fantasma de Doña Esperanza.
Doña Esperanza, con su mirada fría y penetrante, levantó una mano marchita y señaló a todos los integrantes de la familia acusadoramente.
—Mi amada familia reunida, justo como antes de morir… Ahora, es el momento de saldar cuentas.
Con un gesto de su mano, los objetos en la habitación empezaron a moverse por sí mismos. Los cuadros en las paredes temblaban y los muebles se deslizaban por el suelo, como si fueran arrastrados por fuerzas invisibles. La familia Martínez estaba atrapada en una pesadilla viviente, sin saber cómo detener la furia de Doña Esperanza.
En un intento desesperado por proteger a su familia, el hermano mayor tomó un relicario que yacía en la mesa cercana y empezó a rezar. Una luz brillante emanó del relicario y ante la sonrisa burlona de la abuela, el relicario se iluminó incrementando su temperatura y quemó las manos, sus gritos de dolor crecían con el eco de la gran sala, la habitación tembló y el hermano mayor salió corriendo por miedo y dolor. Los demás gritaron que se detuviera, pero fue demasiado tarde, un gran pedazo de espejo roto cortó su cabeza cayendo al piso.
Los pequeños lloraban y los grandes no sabían qué hacer. La familia entera rodeada de objetos que giraban con intensidad y el fantasma de Doña Esperanza acechándolos, su risa maligna traía recuerdos a cada uno de ellos, abriendo las heridas emocionales que provocó durante todos los años.
Por fuera de la casa múltiples sombras cobraban vida a gran velocidad, golpeaban las paredes queriendo destruir y encontrar una entrada a cómo fuera lugar.
El fantasma de Doña Esperanza miró a la más pequeña de la familia y mientras la levantaba sin esforzarse, ahorcandola, le dijo amorosamente:
-Dime princesa ¿no extrañas nuestros pequeños juegos, como lo hacíamos antes? ¿Aun te gusta escribir calaveritas? ¿Si? ¿Porque mejor no jugamos a que tu escribas quién es el siguiente que va a morir de la familia? -
Arrojo a la niña violentamente al suelo, se acercó al cadáver del hombre mayor de la familia, le tomó del cuello ensangrentado y sacó el alma de su familiar en gritos agónicos. Doña Esperanza le pidió que guardará silencio, los golpes desde afuera resonaban con más intensidad, eran almas en pena que sufrían en la eternidad, golpeaban violentamente como si toda la casa fuera a caerse encima de la familia.
Doña Esperanza observó a todos los integrantes y les dijo con una sonrisa que esperaría con ansias el próximo Día de Muertos para visitarlos y acabar con todos sus queridos, uno por uno de sus familiares que fueron cómplices de su muerte, observo a la pequeña, le guiño el ojo y le dijo que no se olvidará del pequeño juego entre ellas dos, su risa creció por toda la casa junto a una luz brillante que cegó la realidad.
Un momento de silencio, recobraron lentamente la vista todos los familiares, observaron que afuera la gente felices se acercaba a la gran mansión de la familia Martínez, para celebrar la vida de una mujer buena para el pueblo, que ayudó a todos sus habitantes.
Una a una se fueron encendiendo las velas, los familiares se percataron que la gran foto al centro cambió. Se acercaron incrédulos observando la nueva foto en la que se encontraba Doña Esperanza y el hombre mayor de la familia, pero eso no fue lo mas aterrador que descubrieron, todos lo miraron, como si fuera una vieja foto familiar con mucho espacio para más seres queridos.
Los integrantes de la familia se miraron entre ellos, lo sabían…
San Mateo de las Ánimas siguió celebrando el Día de los Muertos con alegría y devoción, sin saber que la familia Martínez había iniciado una nueva tradición ese día, aprisionados por cadenas del pasado.
Cada miembro de la familia tendría su propia historia de horror para contar, y Doña Esperanza seguía acechándolos, recordándoles su malevolencia en vida y desgarrándolos emocionalmente en la muerte. La familia se sentía atrapada en la espiral del terror, sin saber cómo liberarse del oscuro legado que su abuela había dejado atrás.
Cuento: “Día de muertos”
Escrito por: Isaac Contreras
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