Cuento: "La Cena" Escrito Por: Isaac Contreras
- isaac contreras
- 17 ene
- 3 Min. de lectura

El niño corre. El bosque está vivo.
Árboles altos como agujas parecen inclinarse hacia él, sus ramas crujen y el viento susurra en un idioma olvidado. El suelo está húmedo, pero suena seco, como huesos quebrándose bajo sus pequeños pies. El niño no recuerda por qué está corriendo, pero sabe que debe hacerlo. Algo lo sigue. Algo lo llama.
Al llegar a un claro, el niño se detiene, jadeando. El silencio cae como una manta pesada. En el centro del claro, una figura está de pie, de espaldas. Es un hombre, pero su cuerpo no se mueve como debería. mira hacia el cielo, con la cabeza ladeada, como si escuchara algo que no está allí. El niño grita, pero el sonido no sale de su boca; se queda atrapado en el aire, formando burbujas invisibles que flotan hacia el cielo.
El hombre gira lentamente, y su rostro es un cuadro de caos: ojos desplazados, como si alguien los hubiera puesto en lugares al azar, y una sonrisa que comienza en su mejilla y termina donde debería estar su oreja."¿Tú me llamaste?", dice la figura, pero su voz no sale de su boca. Sale del suelo, resonando como si viniera desde lo más profundo de la tierra.
El niño retrocede y tropieza con algo blando. Mira hacia abajo y ve una figura larga y negra moviéndose. Se abre un párpado de un ojo gigante, del cual brota un líquido negro que se arrastra hacia el bosque, formando un río delgado que serpentea entre los árboles.
El niño se levanta asustado. Sin darse cuenta, está de pie frente a su reflejo, pero no hay ningún espejo. Es el aire. Su reflejo tiene un agujero en el centro de la frente. Algo dentro del agujero brilla, parpadeando como una luz estroboscópica. Cada destello proyecta sombras imposibles en los árboles, que se transforman en formas: mandíbulas infinitas que se abren, un círculo de figuras encapuchadas con caras vacías, una mujer sin ojos que acaricia a un animal con demasiados dientes, un bebé que flota hacia el cielo con el cuerpo torcido en ángulos grotescos.
El niño siente que el suelo se desmorona debajo de él. No hay tiempo para gritar. Cae, pero no hay fin en la caída. El bosque se convierte en un túnel de luz verde y negra que late al ritmo de un corazón gigante. Voces susurran su nombre desde todas partes, pero no son voces humanas. Son chirridos, crujidos, como si el bosque hablara su propio idioma.
Al abrir los ojos, el niño está sentado en una mesa. Frente a él, platos llenos de comida que respira: un trozo de carne que se expande como si tuviera pulmones, un pastel que parpadea con ojos pequeños que lo observan. A su lado está el hombre de rostro caótico.“Come, o no podrás salir del bosque”, dice, y el niño no sabe si las palabras son reales o si solo están en su mente.
Cuando el niño toma un tenedor, su mano no es suya. Es grande, peluda y tiembla. Mira su reflejo en un vaso lleno de un líquido negro: ya no es un niño. Es el hombre con el rostro caótico.
En su plato observa algo moverse entre las verduras. Aterrado, voltea hacia atrás cuando una puerta se abre violentamente. En algún lugar del bosque, otro niño comienza a correr.
Cuento: “La Cena”
Escrito por: Isaac Contreras
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