Cuento: "La Conjetura de las cabras" Por: Isaac Contrera
- isaac contreras
- 28 dic 2024
- 7 Min. de lectura
"

Esto te parecerá mentira,
pero pasó justo aquí en tu ciudad"
Crónica de una tragedia en el desierto
En el corazón del árido desierto de Mexicali, donde el sol abrasa la tierra y el cielo se pinta de azul infinito, se esconde una historia que ha dejado una profunda huella en la memoria de los lugareños de una pequeña zona. Una historia que habla de un encuentro inexplicable, de un horror que sacudió la vida de un hombre simple y trabajador: un ranchero curtido por los años y la soledad.
Muy lejos de la ciudad, llegué a este pueblo, atraído por rumores que susurraban entre las paredes de adobe y las calles de tierra regada. Hablaban de un hombre taciturno, de mirada perdida, que vagaba por el desierto como un fantasma, cargando el peso de un secreto inconfesable. Me contaron la historia de Don Remigio, un ranchero que había vivido una experiencia tan aterradora que lo había sumido en un silencio eterno.
Con la intriga punzando mi mente, me embarqué en la búsqueda de la verdad. La única pista que tenía era el nombre de Don Remigio, un nombre que resonaba como un eco en la memoria del pueblo. Lo encontré en su vieja casa de adobe, un cubo rodeado de un silencio ensordecedor. Junto a la casa, un corral de cabras vacío, sin usar por años, un recordatorio constante de la tragedia que lo había azotado.
Don Remigio, un hombre marcado por las líneas del tiempo en su rostro curtido por el sol. Sus ojos, otrora llenos de vida, ahora reflejaban una profunda tristeza, una pena que parecía haberlo consumido por completo, manifestado en sus cataratas.
Con respeto y paciencia, me gané su confianza. Poco a poco, entre murmullos y palabras entrecortadas, me reveló la historia que lo atormentaba. Me habló de un día como cualquier otro, cuando pastoreaba su rebaño de cabras por el desierto…(esta era la leyenda que había escuchado, que inicio esta búsqueda, que me trajo aquí, y estaba por escucharla en voz de quien la vivió)
Esta es la historia que me contó Don Remigio.
La conjetura de las cabras
El sol caía a plomo sobre la arena reseca del desierto, como si fuera un dios iracundo incinerando la tierra. No había ni una nube en el cielo, solo un azul deslumbrante que cegaba la vista.
El crujir de la tierra aplastada por unos viejos huaraches. Un ranchero, viejo y curtido por el sol, se encontraba pastoreando su rebaño de cabras a kilómetros de distancia de su hogar. Era una rutina habitual para él: las cabras balaban, el ranchero avanzaba lento, recorriendo el mismo camino de siempre, por años, su vida.
Agitaba la vara en el aire, mirando la sombra reflejada en la tierra. De pronto, al escuchar el estruendo, levantó la vista con curiosidad. Una estela de luz cruzó el cielo a gran velocidad, dejando una estela fugaz que se desvaneció en la inmensidad. Entrecerró los ojos para protegerse del sol. Su corazón comenzó a latir con fuerza en su pecho, presintiendo algo extraño, las cabras balaban más fuerte.
Frente a él, un objeto incandescente surcó el firmamento, zigzagueando como un insecto perdido, antes de estrellarse con un estruendo ensordecedor en las arenas del desierto.
Tras el temblor, y luego de calmar a sus cabras, agruparlas, contarlas y cuidarlas como lo había hecho durante décadas, el ranchero, con lentitud y guiándolas con su vara, se dirigió hacia el lugar del impacto. La arena estaba revuelta y humeante. Frente a él, un cráter de considerable tamaño marcaba el punto de la caída. Las cabras lo rodearon mientras él se acercaba con cautela, temeroso de lo que podría encontrar.
De pronto, vio algo que lo dejó petrificado. En el centro del cráter, entre los restos humeantes de metal retorcido, yacía una criatura de aspecto aterrador. Era alta y delgada, con una piel de agua enlamada (agua echada a perder, dijo Remigio a alguien del pueblo alguna vez) pálida y arrugada, con unos ojos enormes y negros, que lo observaban con una mirada penetrante.
La criatura tenía una cabeza bulbosa y sin pelo, y sus extremidades largas (más largas que un brazo largo, señalaba Remigio con énfasis) y delgadas, terminaban en una mezcla de tentáculo y garra afilada.
El ranchero retrocedió instintivamente, sintiendo un escalofrío recorrer su espina dorsal. Nunca había visto nada igual en su vida. Se persignó y rezó frente a lo que, en su mente atribulada, pensó era el diablo del que hablaban en la iglesia. Las cabras balaban y el ranchero las juntaba para alejarse, pero asustadas se rebelaban. El ranchero golpeaba el aire con la vara llamándolas, una extraña sombra por la espalda lo cubrió. Al girar, vio a la criatura mirándolo fijamente durante un largo rato, flotando frente a él, sin emitir ningún sonido. Luego, inspeccionó a todo el rebaño de cabras.
El ranchero gritó con terror al ver la escena que se desarrollaba ante sus ojos. La criatura alzó sus brazos, y las cabras empezaron a flotar. El chillido de sus gargantas se configuraba en un coro espeluznante mientras la criatura las partía por la mitad sin tocarlas, implosionaban, eran lanzadas en el aire con una fuerza sobrehumana. Otras cabras eran decapitadas en un movimiento sutil de la mano de aquella criatura silente, las cabezas rodaban por la arena como pelotas ensangrentadas a los pies del ranchero.
Los animales gritaron de dolor y terror, sus ojos llenos de pánico explotaban. El ranchero, inmóvil y bañado por la sangre de sus cabras, quedó mudo. Aquel grito y la experiencia de horror fueron lo último que salió de su boca. Lentamente y asustado, movió su pie derecho, con el huarache empapado de sangre, pisó la cabeza de una de las cabras en un intento de escape. La criatura giró su rostro, miró al ranchero con sus ojos negros y fríos y se acercó lentamente.
Los animales gritaron de dolor y terror, sus ojos llenos de pánico explotaban. El ranchero, inmóvil y bañado por la sangre de sus cabras, quedó mudo. Aquel grito y la experiencia de horror fueron lo último que salió de su boca. Lentamente y asustado, movió su pie derecho, con el huarache empapado de sangre, pisó la cabeza de una de las cabras en un intento de escape. La criatura giró su rostro, miró al ranchero con sus ojos negros y fríos y se acercó lentamente.
El ranchero quería correr, pero no podía moverse, atrapado, una extraña fuerza lo paralizaba. Como una estatua, inerte, con la vara como escudo, así se quedó. En un parpadeo, con un movimiento rápido, el alien se postró frente a él, lo levantó del suelo sin tocarlo, suspendiéndolo en el aire. El cuerpo del ranchero giraba de vertical a horizontal (como pieza de dominó hacia el gesto con sus manos Don Remigio), acercándose al rostro del alien. A los ojos (antes de nacer la vida, llenos de universos), aquella extraña mano se alzó lentamente e ingresó por la frente del ranchero, perforando encima de sus ojos, sin dolor, sin sangre, solo una luz más fuerte que el sol, que no quemaba y lo iba cubriendo todo.
Un silencio sepulcral reinaba en el lugar, roto solo por el canto lejano de un ave solitaria y el crujir de las dunas bajo el viento caliente.
El ranchero despertó, se puso de pie, rodeado de cabras muertas. El horror lo invadió. Sus viejas rodillas golpearon la tierra mientras lloraba por sus cabras hasta el atardecer. Se preguntaba qué había ocurrido. La imagen de los ojos negros y fríos de la criatura se presentó en su mente, y un instinto de supervivencia lo impulsó a correr por su vida.
El miedo lo empujaba a seguir corriendo, sin saber a dónde ir, solo alejándose de la escena dantesca que había presenciado. Sus pulmones ardían y sus piernas flaqueaban. El cielo se pintaba de tonos naranjas y morados. La noche caía sobre el desierto.
Nadie del pueblo sabe por qué perdió la voz o qué pasó con las cabras. Las especulaciones de la gente del pueblo abundaban como balan las cabras. Las suposiciones aumentaron cuando en la televisión comenzó a tener notoriedad aquello que llamaban “chupacabras" en diferentes regiones del país y Latinoamérica.
En una conjetura, la gente del pueblo fue adoptando esa historia para el ranchero, aquel que ya no hablaba y que no sabía escribir, un hombre analfabeto que nunca fue a la escuela y que no podía decir qué fue lo que pasó, o no quería decirlo… Toda su vida la había dedicado a guiar a las cabras por el mismo camino, y ahora, triste y solo, se sentaba frente a su vieja casa de adobe mirando las montañas lejanas de aquel desierto.
FIN.
****
Investigué el lugar del impacto, pero no encontré nada que corroborara la historia de Don Remigio. No hay rastros de la nave espacial, ni de la criatura alienígena (si acaso fuera un extraterrestre). Algunos lo tildan de loco, de un hombre que ha perdido la razón por la tragedia y se invento esa historia. Otros dicen que vio al chupacabras, o peor, al diablo... la gente del pueblo cree en él, que realmente vio algo, algo que no podemos comprender me dijo una señora, el pequeño pueblo lo cuida, no quieren que le pase nada a Don Remigio.
La historia de Don Remigio queda como un enigma, un misterio sin resolver que flota en el aire caliente del desierto. Una historia que nos recuerda la pequeñez del ser humano frente a lo desconocido, frente a lo que la mente humana no logra comprender. Y tal vez, en esa incertidumbre, radica la verdadera magia y misterio de la vida.
Preguntas sin respuesta:
¿Qué era la criatura que vio Don Remigio?
¿De dónde vino?
¿Qué sucedió con las cabras?
¿Por qué Don Remigio no quiere hablar?
Son preguntas que quizás nunca tengan respuesta, pero que alimentan la leyenda y el misterio que rodea a este hombre y su encuentro con lo inexplicable. La historia de Don Remigio es un recordatorio de que hay cosas en el universo que aún no podemos entender, cosas que desafían nuestra lógica y nuestra razón.
Cuento: “La conjetura de las cabras”
Escrito por: Isaac Contreras
Laberinko ®
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