Cuento: "Mandíbula" por Isaac Contreras
- isaac contreras
- 26 nov 2023
- 4 Min. de lectura

En los dominios del sueño (donde las realidades se desvanecen y los laberintos de la mente adquieren formas grotescas) se desplegó la pesadilla de Joaquín. Bajo una luz que parpadea, Joaquin se encontraba corriendo aterrado inmerso en aquel largo pasillo de un hotel abandonado, un edificio que parecía sostener el peso de los siglos en cada grieta.
Las puertas desgastadas se multiplicaban como reflejos deformes en un espejo fracturado. Cada umbral prometía una salida, pero ninguna conducía a la libertad. La atmósfera estaba impregnada de un silencio denso, interrumpido solo por el eco inquietante de sus propios pasos.
A medida que avanzaba, las sombras se volvían más hambrientas, como si el mismo lugar absorbiese la luz. El pasillo se retorcía y se ensanchaba, desorientando a Joaquín, quién se veía atrapado en un laberinto de su propia creación.
Joaquin se detuvo para recobrar el aliento, buscar la lógica de esto y encontrar una salida… detrás de él, entre las penumbras que producía la luz parpadenate emergió una figura del suelo, una sombra con contornos indistintos, pero sus ojos brillaban con una malicia que anunciaba una presencia ominosa.
Joaquín giró su cabeza y la observó, nunca en su vida había evocado aquella sensación aterradora que viajaba por todo su cuerpo, Joaquin corrió con todas sus fuerzas, el pasillo se atestaba del crujir del piso y el corazón acelerado.
La sombra comenzó a perseguir a Joaquín con una tenacidad que desafiaba la lógica de los sueños. Cada esquina que doblaba, cada puerta que abría, la sombra se deslizaba tras él, como una oscura ola caleidoscópica siguiendo la marea de la realidad distorsionada. Los murmullos ininteligibles de la sombra resonaban en la mente de Joaquín, tejiendo una narrativa de terror que desprendían los pliegues de su propia psique.
En un momento de desesperación, Joaquín se encontró frente a una puerta desgastada. Joaquin se arrojó con fuerza, partiéndola con el impacto de su cuerpo, cayó sobre una oscuridad espesa, una sustancia viscosa pero que no se adhería al cuerpo. Joaquín desesperado avanzaba sobre el denso liquido, el miedo y la desesperación cegaban el juicio de Joaquín que no comprendía si aquella viscosidad crecía en la habitación o era él hundiéndose, solo quería huir de aquello que no comprendía y le aterraba.
Le costaba seguir avanzando, su cuerpo atrapado, no podía moverse entre la inconmensurable y aterradora barrera gelatinosa, A Joaquín solo sobresalía la cabeza, sus ojos desbordaban todo el miedo que puede sentir una vida, pero seguía esforzándose por avanzar.
La sombra, apareció flotando desde el zenit, como una araña deslizándose sobre un hilo invisible, sus contornos se hicieron más nítidos, revelando una figura deforme con mandíbulas que se extendían en direcciones imposibles.
La sombra se abalanzó sobre Joaquín con una voracidad indescriptible, sus fauces se abrieron como un abismo de dientes afilados que lo envolvían en una oscuridad devoradora.
El sonido de su risa grotesca se mezcló con el eco distorsionado de las paredes del sueño.
Las fauces lentamente se cerraban sobre la cabeza de Joaquín, el cual vio horrorizado como las mandíbulas de la entidad revelaban un abismo de dentaduras que no parecían pertenecer a este mundo. Cada fosa sublingual era un pasillo dentado del hotel abandonado, un corredor retorcido que conducía a la desesperación.
La sombra, con una gracia grotesca, se detuvo un instante, para que Joaquín comprendía en su totalidad el verdadero terror cósmico, una cascada de imágenes aterradoras que hacia explotar la mente de Joaquín, La sombra en un movimiento diáfano arrancó la cabeza de Joaquín con una ferocidad que desafiaba toda lógica onírica.
La cabeza de Joaquín rodaba en el abismo, sus ojos seguían abiertos y su mente aún consciente mientras observaba un recuerdo distorsionado de la realidad, los pasillos dentados se convertían en edificaciones hoteleras en forma de dientes desgastados, resquebrajándose y transformandose en una fila de colmillos podridos nuevamente, en un espiral infinito se sucedían, tejiendo una red de corredores laberínticos que formaban la esencia misma de su terror.
Finalmente la cabeza de Joaquín se detuvo, quedó cara a cara con la entrada de un pasillo con la luz parpadeante. La sombra, ahora una presencia etérea, observaba desde la distancia. La cabeza de Joaquín, aún consciente de su propia pesadilla, se elevó en el aire lentamente. Y con un parpadeo grotesco, se encontró de nuevo conectado a su cuerpo, observo sus manos que se levantaban del suelo del pasillo y sus rodillas flexionaban todo el peso de su cuerpo hasta erguirse en medio de aquel pasillo que acababa de observar desde el suelo.
El mismo escenario se repetía, como un bucle interminable. Joaquín, consciente de su propia decapitación y del absurdo de su situación, corría por el pasillo mientras la sombra lo perseguía implacablemente. Cada giro, cada puerta que abría, lo llevaba de nuevo al mismo punto de partida. La realidad y la fantasía se entrelazaban en un juego macabro donde la pesadilla nunca alcanzaba su conclusión.
La mente de Joaquín, atrapada en el laberinto de su propia creación, oscilaba entre la lucidez y la locura. El hotel abandonado se convertía en un escenario surrealista, donde los límites entre sueño y vigilia se desdibujaban en un ballet de sombras y mandíbulas devoradoras. Y así, Joaquín corría eternamente, perseguido por la sombra y atrapado en el eco incesante de su propia pesadilla.
....
Joaquín se despertó, sudoroso y tembloroso, en la quietud de su habitación. El eco de la sombra perduraba en su mente, como un susurro inextinguible. Las imágenes del pasillo interminable y las mandíbulas devoradoras se desvanecieron lentamente, pero la sensación de terror persistió, dejando a Joaquín preguntándose si alguna parte de su pesadilla había cruzado la frontera entre el sueño y la realidad.
Observó extrañado la mesilla de la habitación de hotel, recordó dónde estaba y quien era, al ver aquella pieza extravagante de plata brillante en forma de mandíbula como premio de la convención de dentistas que se llevaba acabo.
Cuento: “Mandíbula”
Escrito por: Isaac Contreras
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