Cuento: "Miau" por Isaac Contreras
- isaac contreras
- 9 mar 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 30 mar 2023

En una fría y oscura sala de interrogatorios, un asesino, con gesto inexpresivo, perturbaba al joven detective que estaba sentado frente a él, era su primer caso y ya estaba lleno de cadáveres…
El detective no le bastaba la confesión, quería saber más allá de la verdad, quería saber por qué había matado a esas personas y cómo lo había hecho.
Después de un rato de preguntas y respuestas que no llevaban a nada, el asesino finalmente decidió contar su historia.
"Siempre fui un amante de los gatos", comenzó diciendo el
asesino, "Pero un día, mi gato murió y me sentí tan solo”.
El joven detective miró al asesino con asco, pero siguió escuchando su extraña confesión… Pasaron las horas… el detective no comprendía la habilidad del asesino para narrar sus crímenes con tal precisión y detalle…
Mientras el asesino hablaba, se dio cuenta de que había un patrón en sus crímenes: cada uno de ellos había sido cometido después de que uno de sus gatos lo incitaba a hacerlo.
Al principio, el asesino había pensado que era su propia mente enferma que lo llevaba a cometer esos actos, pero los últimos años y después de su muerte se dio cuenta de que los gatos tenían algo que ver con ello.
El detective no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Acaso el asesino estaba diciendo que los gatos le hablaban?
El asesino explicó que cada vez que uno de sus gatos se acercaba a él, comenzaba a escuchar un susurro al oído, hablándole de sus oscuros deseos y de las personas que merecían ser castigadas.
Mientras el asesino continuaba describiendo sus decenas de asesinatos, sonó el celular del detective, y le siguieron varios mensajes durante el interrogatorio…
- Algo importante esta pasando- pensó, sin perder el temple y el ritmo de la confesión, el detective sigilosamente sacó el celular de su bolsa de pantalón, debajo de la mesa giró para ver la pantalla y solo leyó el último mensaje
“Hay algo extraño en el comportamiento de los gatos del asesino, esto no es normal”… deslizaba su dedo en la pantalla y la palabra “gatos” se repetía en cada uno de los mensajes
El detective dejó tranquilo el celular sobre la mesa, continúo con el interrogatorio, se acercó a la mesa, apartó su café que ya se había enfriado sin haberlo probarlo, puso sus antebrazos sobre los papeles y fotografías del caso y le preguntó al asesino cuántos gatos tenía.
“...Desde que murió mi gato ya ninguno me ha visitado... pero tenía muchos, 10, a veces hasta 20 o 30, él los traía pero dejaron de visitarme cuando murió...”
El detective no podía creer lo que estaba escuchando y sobre todo lo que observaba, el asesino empezó a comportarse con movimientos felinos, lamía sus manos y antebrazos, y se acicalaba... El detective sabía que tenía que seguir adelante con la investigación. Preguntó al asesino si había más víctimas, pero el asesino simplemente sonrió y dijo: "quién sabe... tal vez todavía esté por ahí, acechando a alguien con el sonido de su maullido… nunca vi su cadáver”.
Después del irreal interrogatorio, el detective molestó por solo perder el tiempo con el asesino que lo creía otro loco más, decidió ir a la casa del asesino para investigar y encontrar algo real.
El detective llegó frente a la casa, extrañado de no ver a los guardias custodiando la entrada, aquellos que le habían mandado el mensaje, se dijo que luego los reprendería, mientras quitó la cinta amarilla y abrió la puerta con cautela.
El lugar estaba solo, avanzo al interior, comenzó a observar el espacio, analizarlo, buscando encontrar algo que le diera una pista para poder procesarlo, se detuvo en la sala, todo seguía igual como la última vez que revisó el lugar, sacó su celular y marcó el número del guardia, el joven detective estaba molesto por no saber donde se encontraban los policías que cuidaban el lugar, no podía creer que dejaran solo una escena del crimen, se llevo el celular a la oreja y escuchó… un maullido, extrañado, pusó atención y de nuevo escuchó el Maullido y comprendió que venia detrás de él, Giró la cabeza.
En la sala de la casa del asesino el joven detective encontró una gran cantidad de gatos, todos ellos mirándolo fijamente con sus ojos amarillos y brillantes.
El detective giró el resto de su cuerpo lentamente, hipnotizado por todos aquellos ojos felinos, bajó el celular que seguía sonando, los gatos empezaron a maullar, el celular del guardia sonaba en la cocina, sobre un charco de sangre que iba creciendo, pero el detective ya no ponía atención, miraba a los gatos que no lo dejaban de observaba.
Fue entonces cuando el detective comenzó a escuchar las voces, los susurros que parecían provenir de los gatos. Comenzó a
sentir una extraña presión en su mente, algo que lo empujaba hacia los mismos oscuros deseos que habían llevado al asesino a cometer sus actos.
Al interior de la casa se escucharon disparos…
Aterrorizado, el detective huyó de la casa del asesino…
A gran velocidad por las calles de la ciudad, el detective gritaba observándose por el retrovisor que nada lo siguiera, pero en su mente, seguía escuchando las voces de los gatos, susurrándole, ronroneando y tentándolo hacia la oscuridad. Sabía que había escapado de una horrible muerte, pero también comprendía que nunca volvería a ser él mismo, después de lo que había experimentado en esa casa.
Cuento: “Miau”
Escrito por: Isaac Contreras
Laberinko ®
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